Avisos
Vaciar todo

Estrella fugaz

Rocky2411
(@rocky2411)
Ciudadano de Vermina

Ante el fuego de la hoguera y la sombra de una estrella muerta, el viajero de la eternidad esperaba al tiempo, que hacía ya tanto de sí que le había perdido el rastro. Acompañado de la indiferencia y acechado por el olvido pasaba así los largos días en aquella roca que lenta pero inexorablemente penetraba en la oscuridad del espacio. Del mismo modo, la oscuridad penetraba también en él.

Como si de un objeto se tratase, reposaba indiferente ante aquella hoguera, tan eterna como él y, sin embargo, tan radiante como el primer momento de su existencia. Era ésta su principal y única compañía. Había sido un regalo, pero a él sólo le daba envidia, pues hacía ya mucho tiempo que el danzar de sus lenguas turquesas le habían robado la mirada, tanto tiempo que entonces aún había césped bajo sus pies y luz sobre su cabeza. Sin terminar de darse cuenta se había vuelto huérfano de aquellas lejanas luces, aunque en su mente aún surcaba el firmamento profundo, vislumbraba asteroides y ponía nombre a desconocidos cuerpos celestes que sólo él habría podido observar. A pesar de todo, ahora sólo observaba aquella hoguera, todo un universo en sí mismo.

Las llamas jugueteaban en el vacío que sólo llenaba la mirada del viajero. Nacían, se arremolinaban, se juntaban y se volvían a separar, todo al son del palpitar de las moribundas luces. Creaban constelaciones, nacían estrellas, florecía la vida y, sin embargo, moría al instante, la pena daba paso al olvido y el nacimiento de una nueva forma volvía a dar alegría al observador. Tan ajeno de aquel fuego, peligroso aunque cautivante, la mirada pasaron a ser dos. El viajero observaba el fuego, pero la chica lo miraba a él. Él, ella, el fuego; todos igual de eternos y sin embargo tan distantes.

La mirada rojiza de la chica irrumpía la luz turquesa de la llama, y la oscuridad que durante tanto tiempo había trazado sus fronteras con la hoguera comenzaba a temer por su status quo. Su luz se imponía sobre todo espacio y tiempo, sobre toda posibilidad y toda certeza, y sobre toda verdad y toda mentira, más no sobre la mente del viajero, quien aún observaba la hoguera. Perturbada, la luz se tiñó en un extraño violeta que dejó avanzar las fronteras de la oscuridad circundante hasta los pies del viajero. El negro fío se acurrucó bajo las plantas de sus pies, pero aún así no logró perturbarlo, pues en la inmensa magnitud de la eternidad todo cambio pasajero se vuelve irrelevante. 

La chica se sentó cerca de él y habló para sus adentros, como si la más mínima exhalación pudiese quebrar el silencio que durante tantísimo tiempo se había tejido a su alrededor. Mirando lo que creía ser su pasado, decidió pasar tiempo allí, pues para ella el tiempo aún era moneda de cambio. Sentada allí, comenzó a contar los momentos.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés, veinticuatro, veinticinco, veintiséis, veintisiete, veintiocho, veintinueve, treinta...

Se fue cuando ya no pudo contar. Aunque, temiendo haber perdido el habla, dibujó en una roca cercana una antigua runa solar. Entonces se marchó.

Así el universo tomó la posta y comenzó a contar. Con el tiempo dejó de contar momentos, y comenzó a contar muertes de estrellas, cada vez más constantes y fáciles de observar. Los números habían dejado de ser números y se habían vuelto palabras, oraciones, rimas, poesías, argumentos y contrargumentos en una discusión hasta el fin, cargadas de tanto significado y, sin embargo, sin nadie que las oiga.

Llegó entonces ese momento, esa muerte de estrella, esa oración, esa rima, y la hoguera se volvió blanca, el fuego se volvió maná y dejó de danzar. En cambio, se tejió en una larga telaraña de filamentos y se hundió en la oscuridad del cielo, eran recuerdos. Inmensamente triste, el viajero dejó de observar la hoguera. El regalo había cumplido su propósito y su eternidad había sido devuelta a la oscuridad, así como la de su antiguo amo. Aun así, la hoguera había dejado cenizas, y las cenizas aún alumbraban los pies del viajero. Repuesto de esta nueva soledad y del dolor de estar ahora un poco más sólo que ayer, el viajero de enderezó, tomó la linterna y metió en ella las cenizas, que no sin luchar volvieron a su interior.

A la tenue luz de la linterna el viajero miró el suelo, y del suelo miró la roca. En ella, la runa era aún visible. Su significado no le era ajeno pero, a pesar de ello, le tomó por sorpresa, pues a pesar de tanto, aún no estaba totalmente sólo, pues quedaba aún más en el aún basto universo. Devolvió entonces su mirada a sus padres y en el cielo observó una luz, tan sólo una, distante y pequeña, aunque acogedora. Tomando la linterna, desenterró su espada que se hallaba ya bajo varias capas de sedimentos y con ella completó la runa ascendida. Entonces, susurrando rompió el silencio y la oscuridad palideció perturbada.

 "En lo basto de la eternidad, lo posible se vuelve absoluto, y lo casual se transforma en destino. Si todo destino es la convergencia de un viaje con otro, entonces seguiré viajando. Quizás así otro destino me depare y me de entonces un nuevo motivo para volver a viajar. Si debe ser así, que sea hasta que la última luz se extinga o decaiga en el olvido." 

Así el viajero de las estrellas se sumergió en la oscuridad, sin embargo, rebozando en luz.

Un Pikachu que supo que podía ser más en la vida que la rata amarilla de un perdedor de ligas Pokémon, ahora es un detective sin fines de lucro >:3

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Topic starter Respondido : 09/07/2022 9:48 PM
Antanis
(@admin)
Piquero de los Tercios Admin
Respondido por: @rocky2411
[...]

Wow, me ha gustado mucho

Todas nuestras vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Los niños que crecen envueltos en afecto, sonríen más y son más amables.

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Respondido : 09/08/2022 5:18 PM
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A praxit se le va el ratón

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